

"Sé bien de qué huyo pero ignoro lo que busco" (Michel de Montaigne)
Este espacio fue ocupado una vez por el Ager Vaticanus de Nerón (donde, dicen, fue enterrado San Pedro), luego por una primera basílica edificada por Constantino, primer emperador cristiano, que se irguió durante más de mil largos años hasta que, ya en el siglo XV y ante su evidente deterioro, el Papa Nicolás V ordenó, y Julio II comenzó, su reconstrucción de la mano de Bramante. Los trabajos se prolongaron durante unos ciento cincuenta años, en los que intervinieron, además de Bramante, nombres tan destacados como Rafael, Antonio da Sangallo, Giacomo della Porta, Carlo Maderno (suyos son la fachada y el pórtico) y claro, Miguel Ángel, que se hizo cargo del proyecto a los 72 años de edad y fue el responsable de la gran cúpula.
Palazzo Apostolico Vaticano, image by Stunket. Roma, 27 de febrero de 2009.
Toda esa labor concluyó con la terminación de la que, a día de hoy, es la segunda iglesia más grande del mundo. Sí, la segunda; ¿quién diría que la mayor se encuentra en un lugar tan poco esperable como Yamusukro, en Costa de Marfil? En cualquier caso, ante tanta grandeza apenas destaca el por otro lado inmenso Palazzo Apostolico Vaticano, una de cuyas partes se asoma sobre el lado derecho de la plaza y desde donde, todos los domingos a mediodía salvo en verano, el Sumo Pontífice lanza su bendición sobre su rebaño.
Fontana di Pietro, images by Stunket. Roma, 27 de febrero de 2009.
Cumplida la misión de evitar las largas colas de turistas y feligreses, probamos el agua ¿sagrada? de una fuente vaticana y tomamos fuerzas para la ascensión a la cúpula de la Basílica después de disfrutar disparando nuestras cámaras en una plaza casi desierta... Todo un lujo por estos lares.
Via della Conciliazione, image by Stunket. Roma, 1 de marzo de 2009.
Llegando, como es habitual, desde el centro de Roma a través del Ponte Vittorio Emanuele II, se nos ofrece una clásica vista de la Basílica al final de la amplia Via della Conciliazione, abierta por Mussolini en conmemoración de los Acuerdos de Letrán de 1929 que dieron a este vestigio de los antiguos Estados Pontificios su estatus político actual. Para ello, Benito arrasó con el dédalo de calles estrechas que rodeaban la Piazza di San Pietro y que daban sentido a su diseño, abriéndose de pronto ante los visitantes y epatándolos con su magnificencia. Hoy el efecto es muy diferente pero no menos impactante, y conecta eficazmente el Vaticano con el resto de la ciudad como símbolo del final de las tensas relaciones entre ambos desde la unificación nacional culminada en 1870.
No me extenderé en esta ocasión sobre el contenido de la obra, altamente recomendable, pues sólo quiero compartir un breve fragmento del capítulo titulado Perycalypsis como acertada observación acerca del globalizado universo en que vivimos y las consecuencias de lo que se ha dado en llamar el "cambio galáctico", en alusión a la influencia de las civilizaciones inteligentes sobre el equilibrio gravitatorio relativístico. Dice así:
"Nuestra poderosa civilización (...) tiende a la elaboración de productos lo menos durables posible, en unos embalajes cuanto más durables mejor. El producto que se gasta pronto tiene que ser sustituido enseguida por uno nuevo, lo que facilita la venta, y la solidez del embalaje dificulta su destrucción, lo que favorece el desarrollo ulterior de la técnica y la organización. Así las cosas, los compradores pueden arreglárselas solos con la pacotilla producida en serie; en cambio, para suprimir los embalajes se necesitan programaciones especiales antipolución, servicios de sanidad, coordinación de los esfuerzos, planificación, plantas purificadoras, etc."