Roma está tan preñada de cosas para ver, que se hace difícil abarcarlo todo en una estancia de pocos días. Pero no se asusten, en estos casos lo mejor es tomárselo con calma, aprovechar la proximidad y situación de los puntos más interesantes de la ciudad y sumergirse en sus encantadoras calles y plazas con los todos los sentidos bien abiertos; así, casi sin querer, nos iremos topando con los monumentos más destacados, los rincones más pintorescos, los mágicos lugares que hacen de Roma lo que es, una ciudad irrepetible. Si, además, nos hacemos con una buena guía y añadimos una pizca de planificación, acabaremos por visitar la mayor parte de lo principal mucho antes de lo que hubiéramos previsto.
Difuminando Roma, image by Stunket. Roma, 27 de febrero de 2009.
Claro está que cada cual tendrá sus propias preferencias pero así, en general, un recorrido completo por lo que es (y lo que fue) Roma debería incluir al menos la visita a los principales vestigios de la Roma Antigua (el Coliseo, el Foro Romano, la Bocca della Verità, el Palatino o las Terme di Caracalla); una buena dosis de callejeo por el centro histórico, cuajado de encantadoras calles y piazze (como el Campo de' Fiori, la Piazza Nabona, la Escalinata de la Piazza di Spagna o la del Popolo) y donde iremos encontrándonos con muchos de los principales iconos de la ciudad (la inexcusable Fontana di Trevi, el imponente Panteón, la Basílica de San Pedro, la Capilla Sixtina o las Stanze di Raffaello); y, por supuesto, un intenso encuentro con la espléndida gastronomía local en el que no deben faltar las pizzas, la pasta, un energético espresso o un suave capuccino y, como colofón, uno de los inigualablemente divinos helados italianos. Naturalmente, Roma es esto y mucho más, pero no desesperemos: Si hacemos bien los deberes en la Fontana di Trevi, siempre tendremos la certeza de volver.
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