Manda la tradición, y mira que mandan las tradiciones aunque no esté claro si cumplen tanto, que si se quiere regresar a Roma hay que lanzar una moneda a la Fontana di Trevi por encima del hombro. Y no es que yo sea particularmente supersticioso ni que atribuya a ese gesto el poder que le otorgan, pero lo cierto es que lancé una moneda una vez -una peseta, creo recordar- y ahí me tenéis, de vuelta en la Ciudad Eterna... y cumpliendo de nuevo con la tradición -en euros, esta vez-.
Dicen también que si se lanza una segunda moneda uno se enamorará perdidamente de un italiano, y que la tercera garantiza el subsiguiente enlace matrimonial. Nada hay sobre lo que ocurriría si se llega al cuarto lanzamiento, o al quinto, o al sexto. Siguiendo con la progresión, podría pensarse en los hijos tenidos con esa pareja, tan románticamente hallada; o en sucesivos romances y bodas con otros italianos, lo que estaría bien para el caso de que el primero hubiera salido rana (o de que a uno no le vayan mucho los finales felices al estilo tradicional, en cuyo caso podríamos limitarnos a sumar aventuras saltándonos la parte del sí, quiero); claro que también podría suceder que las monedas, a partir de la cuarta, no tengan más efecto que el evidente de incrementar la recaudación de la fuente, algo que, por cierto, encierra interesantes anécdotas que otro día contaré.
Sea como fuere, y no por un interés especial en demostrar (o refutar) estas teorías sino más bien por la oportunidad que me daba la localización de la fontana, a medio camino entre nuestro alojamiento y casi cualquier otro punto del centro, el caso es que llegué a repetir el momento moneda hasta cinco veces (¿o fueron seis?)... Así que aquí me tenéis, tranquilo de que algún día volveré pero con el desasosiego de no saber si allí, desconsolados, quedaron unos cuantos romanos suspirando por mi amor... o si cualquier día, en mi ciudad, me tropezaré con ese amore en forma de turista italiano y acabaré, total por unos pocos céntimos de euro, pasando por el altar... cosa que aquí, dicho sea de paso, sí sería perfectamente legal.
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